La otra noche salí con una amiga que hace unos meses por diversas complicaciones de la vida misma no veía. Pero de esas amigas que aunque pase el tiempo, cuando nos volvemos a ver es como si nos habríamos visto el día anterior.
Simplemente nos sentamos en algún bar y empezamos a hablar... y hablar.. y hablar, porque si algo nunca nos falta es tema de conversación. Lo destaco, porque para mi la gente con la que uno puede charlar de lo que sea es gente que vale la pena conocer.
Mi amiga, aunque es notablemente menor que yo, tiene eso... se puede conversar por horas. Mas bien, nos peleamos por hablar. ¡Y eso me encanta!.
Nos sentamos en el bar lujoso y cenamos primero. Como la charla se hizo larga, nos tomamos un café. A mi no me gusta mucho el café, pero me avergonzaba decirle al mozo que se prepare unos mates, así que simplemente me adapte y pedí un capuchino, que es lo que suelo pedir siempre en estos casos.
Como la charla se hizo larga, pensamos que podíamos seguir la charla caminando por la plaza así de paso mi amiga fumaba. Sinceramente lo único que se puede hacer por la plaza de mi barrio de noche, es fumar. Para cualquier otra cosa tenes que andar con mucho cuidado. Pero mi amiga quería fumar y yo la acompañe.
Cuando estábamos en la plaza, nos dimos cuenta que mejor si emprendíamos la vuelta, ya que no daba quedarse en la plaza un día de semana de madrugada. Así que buscamos una remiseria. Caminamos unas cuadras y nos frenamos unos metros antes de donde creíamos había una remiseria. Queríamos "terminar" un tema que veníamos conversando antes de subir al auto. Por lo que nos paramos unos 30 metros antes de la agencia a charlar. Pasada mas de media hora notamos que aquello que creíamos que era la remiseria era una pizzeria, que la remiseria estaba cerrada justo detrás de donde nosotras estábamos paradas y que ademas, no estábamos viendo muy bien ninguna de las dos.
A carcajadas empezamos a caminar hacia otro lado buscando otra remiseria. Esta vez antes de llegar confirmamos que sea una remiseria, y nos detuvimos unos minutos nuevamente antes de llegar. Porque ahora ya veníamos hablando de otra cosa, y riendo.
Al cabo de unos minutos nos subimos al auto. La deje en su casa y luego vine a la mia.
Todo el viaje de vuelta diciéndonos lo agradable que fue encontrarnos, las ganas de que se repita mas seguido, y recordándonos lo mucho que nos queríamos. Antes de bajarse, nos despedimos con un abrazo bien fuerte, de esos que tienen que durante hasta la próxima vez que nos encontremos.
Mientras volvía en el remis pensaba en cuanto dinero había "gastado" en una noche. Y que en otros tiempos no me lo habría podido permitir. Sin embargo, esta vez no me importo. (Mas allá que lo del bar fue un asalto). Simplemente no lo vi como un gasto, sino mas bien como un medio para (...).
Lo que gaste no era nada comparado a lo que había recibido en felicidad.
Y pensaba...
- La cena tiene un precio.
- El remis tiene un precio.
Mi amiga y los momentos de felicidad que vivimos, no tienen un precio. No se pueden comprar ni vender.
El tiempo de vida que tenemos no se compra ni se venden. No se consigue a cambio de nada.
El tiempo que compartí con mi amiga, el momento que fui feliz, no se consigue a cambio de nada.
Me preocupa cuanto tiempo volverá a pasar hasta que volvamos a encontrarnos. Hasta que volvamos a reír juntas. Hasta que nos peliemos por hablar.
Y pensaba....
Todas las "cosas" importantes de la vida, no son cosas. Y sobre todo, no tienen un precio.
Y valore la compañía por sobre todas las cosas. Porque por mas restaurant lujoso que puedas costearte si vas solo, no vale nada.
Y pensé en cuanta gente hay que se cree plena por poder costear salidas o cosas muy caras, y carece de amor y buena compañía. Que el dinero no vale nada. Porque todo lo verdaderamente importante en la vida, no podes conseguirlo con dinero.
¿No te parece?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario