(Foto de mi cabeza en un graffitti de mi barrio)
¿Qué imagen nos devuelve el espejo de los otros? Que pasa con nosotros, en nuestra mente, nuestro corazón, nuestra historia que nos lleva a elaborar una imagen distorsionada de nosotros mismos. Como avanzas cuando no te atreves a mostrar quien sos y el monstruo que vive en vos.
Cuando te reconoces en Dr Jekyll y Mr. Hyde, y no podes expresar que en medio de ambos vive alguien que no quiere ser ni uno ni otro pero tiene que convivir con los dos. Todo habita en uno… todo está ahí, todo duerme en las impenetrables sombras de una retorcida cabeza que es incapaz de mantenerse estable entre tan turbia realidad, no siempre tan real. Con pensamientos paralelos, con dudas, con preguntas, con ilusiones, y una mochila de fracasos, te preguntas ¿quién sos? ¿Quién crees que sos? ¿Y qué imagen te devuelven los demás? ¿Qué pasa cuando no solo no coinciden, sino que ciertamente son opuestas unas de otra? ¿Quién tiene razón? ¿Qué imagen es la más real, la más cercana a uno mismo? Y si acaso, un día cualquiera quisiéramos matar a una de las partes, si quisiéramos que nuestro oscuro pasajero desaparezca para siempre, y no quede de él siquiera el recuerdo, ¿sería posible? Claro que no, por mucho que nos esforcemos el oscuro pasajero siempre estará ahí. A veces más a la sombra, a veces más en medio de nosotros. Irreconocible, quizás, camuflado pero latente.
El oscuro pasajero que habita en mí siempre está ahí, como al acecho. Y claro que no queremos. Y claro que no quiero. ¿Quién quiere acaso convivir con aquel otro ajeno a mí, y sin embargo tan mío? ¿Quién quiere convivir con aquel que parece tener vida propia, aunque parezca depender de nuestro escaso dominio? Vamos. Nadie lo está esperando, nadie lo está deseando. Pero sabemos que está ahí, sabemos que vive ahí. Siempre entre nosotros. Interviniendo en aquellos en los que habita. Y distorsionándonos. ¿Sera por su culpa acaso que no nos reconocemos en la imagen de ese espejo que nos devuelven los demás? Sera que los demás no lo ven. ¿No lo ven? ¿De verdad no se ve? Ojala así sea. Sin embargo para mi está ahí, siempre latente. No hay acaso rezo, oración, pastillas, letras, palabras, película o canción que puedan ejercer dominio sobre él. Sabemos que esta. A su ritmo, a su tiempo, yendo y viniendo, jugando con nosotros como si fuera una ruleta rusa, de esas bien macabras que nadie elije jugar, pero que uno se encuentra de repente obligado a sujetar aquel frío revolver sobre nuestra cabeza con la mirada perdida pensando ¿será quizás hoy? ¿Hoy sucederá? Y cuando no… no solo nos invade el alivio, también nos acompaña la duda, la preocupación, la incertidumbre… ¿a donde fue a parar? ¿A donde estas metido otra vez oscuro pasajero que no fue esta vez, pero que sabemos que estás ahí?
Muchas preguntas y muy pocas respuestas. Muchas dudas y tan pocas certezas.
Cuanta frivolidad se esconde en tus formas, cuanto misterio esconden tus métodos, cuanta tristeza genera tu presencia, incluso, esa presencia ausente en aquellos periodos que estas en las sombras. Porque nunca te vas, yo lo sé, ya lo aprendí. Vos siempre dormís ahí. Siempre estás ahí, me seguís tan de cerca que habitas en mí. Y es así que todo vale todo, y todo se termina… todo se termina, menos vos.
Vos seguís ahí, Siempre. Ya lo aprendí. Y vas y venís y haces conmigo lo que querés. ¿Y si vos me manejas que queda de mí? ¿Qué puedo mostrar de mí? O acaso es tan macabro y tan perverso tu juego que en esto de mantenerte en las sombras son unas sombras no solo oscuras, sino tan internas, tan ajenas, tan mías que resultas inexistente a los demás.
Claro que si. Que es macabro tu juego. Que no te importa cambiar las preguntas, cambiar las reglas, cambiar la vida. No te importa nada, solo estas ahí, solo habitas en mí, a tus anchas, y uno inmóvil esperando tu jugada del otro lado del tablero. Viendo si ataco o defiendo, si pienso o resigno, si avanzo o pierdo.
Oscuro pasajero, quisiera decirte que no te temo, que no podes conmigo, pero te mentiría si te digo que no tengo miedo. Sé que no puedo. No sé qué hacer contigo. Estoy aprendiendo. Un solo cuerpo, una sola mente, distorsionada, difusa y con pensamientos paralelos, pero solo una. Un solo corazón, partido en mil pedazos y desgarrado por todos lados, pero tan solo uno. Vos y yo. Tenemos que aprender a convivir. Vos y yo tenemos que encontrarle la vuelta. No gana uno o el otro. No existimos el uno sin el otro. Somos lo que somos porque el otro está ahí. Aunque los demás no lo vean. Somos dos en uno. Los demás no habitan en nosotros.
No podrán comprender que acá hay dos, aunque haya uno. ¿Qué imagen pueden devolver de aquello que no conocen?, y solo se conoce aquello que se doméstica. Si no nos hemos domesticado, ¿que tanto nos importa la imagen que devuelva ese espejo que no tiene nada que ver con nosotros?
Cuantas cosas generan nuestras heridas, cuanto nos cambian, nos transforman. ¿Existe la libertad entonces, cuando no tenes dominio de tu cuerpo, de tu mente, de tu alma? ¿Somos realmente libres cuando no podemos si quiera manejar nuestros pensamientos? ¿No es acaso esa la mayor de las perversiones, el peor de los arrebatos? ¿No es el peor de los homicidios, cuando nos hirieron tanto, tanto, tanto, que nos han matado incluso la voluntad, cuando nos han robado hasta la libertad interior?
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