domingo, 11 de diciembre de 2016
Abrazar la vida
jueves, 20 de octubre de 2016
Hablemos
miércoles, 19 de octubre de 2016
La amistad como por un embudo
A medida que pasan los años las amistades van pasando como por un embudo... apretadas, incomodas, con paciencia, de a una.
Se van cayendo los ideales. Esos que algunos teníamos de jóvenes y que pensábamos que los amigos eran para toda la vida. Toda la vida parece mucho, pero se hace muy poco cuando algunos van quedando en el camino.
Si de algo nos sirven los tiempos de crisis y de dificultad es de embudo. Embudo para pasar pocas cosas que valen la pena, donde el tener deja de ser importante. Pero esencialmente embudo para que pasen esas pocas personas que se quieren quedar. Aquellas que se esfuerzan por pasar incomodas por aquella boca ancha que se hace estrechísima a medida que se avanza. Y cuando miramos hacia el otro lado nos damos cuenta que han pasado pocos; poquísimos.
Conforme pasa el tiempo nos vamos domesticando con aquellos que tienen más que ver con nosotros, o con aquellos que eligen quedarse en nuestras vidas, y que nosotros también elegimos que se queden. El embudo parte de una boca ancha, en donde la capacidad de recepción es amplia, cualquiera puede caer en el embudo, pero no todos pueden atravesarlo.
Para pasar no se necesita demasiado, creo. Quizás un poco de decisión, un poco de determinación, y unas cuantas ganas de quedarse y seguir domesticándose.
Se nos rompe el corazón cuando miramos para atrás y vemos que aquellos que creíamos que estarían toda la vida, solo han transitado con nosotros un tramo. O cuando vemos o escuchamos las excusas que a veces aparecen a la hora de la distancia.
En estos casos siempre recuerdo el evangelio que nos habla de edificar sobre roca, para que los vientos fuertes no nos derrumben aquello que hemos construido. Si bien es mas trabajoso y mas forzado, ¿no debería ser así, sobre todo con los afectos? Algunos pueden pensar que no. Que tan solo están de paso y que el tiempo que dure esa construcción sera suficiente, otros creemos que quizás la construcción de algo mejor nos puede dar la oportunidad no sólo de permanecer, sino también se saber que es un lugar seguro al cual uno puede volver.
Hay tanta variedad de construcciones como personas en el mundo y es obvio que a todos no nos importan ni sirven las mismas cosas. Ni tenemos la misma manera de relacionarnos.
Hoy en dia donde todo se vuelve un poco más superficial e incluso un poco más irreal a la hora del contacto ya que prima lo virtual, los amigos se juntan a charlar por WhatsApp o por chat de Facebook, y las peleas a muerte se dan por twitter, y para muchos esas pueden llegar ha ser una juntada de amigos.
Una que quizás ha aprendido otra forma de relacionarse, de la mano del principito y con otro tipo de domesticacion, entiende que el juntarse con un amigo es cuanto menos mate por medio. Y en donde la mirada y el contacto físico tienen valor y le da sentido.
Habrá quienes se adapten a las nuevas formas y quienes queden arraigados a una vieja costumbre. El caso es cuando los que son parte de la relación se hallan en distintas sintonías, la construcción que se va haciendo ya no es de la relación, sino individual. Cuando encima no nos damos el espacio y el tiempo para sentarnos a conversar cara a cara, entendernos y comprendernos, la distancia se va convirtiendo en un abismo que parece imposible de atravesar. Ya de por sí cuesta entenderte en una charla frente a frente con una persona cuánto nos costará si ni siquiera nos damos es oportunidad.
Y así pasa el tiempo y las situaciones confusas van haciendo de viento fuerte que desmorona aquella construcción precaria que nos parecía fuerte como una roca. Entonces aquellos amigos que creíamos que serían eternos no son más que simples pasajeros de nuestra vida, nos dejan huellas nos ayudan a construir nos acompañan en un tramo del camino, muchas veces son nuestro sostén, nuestra gran compañía y en momentos algunos llegan a ser el reemplazo de nuestra familia, y sin embargo, pasado el tiempo y la tormenta no queda más que las ruinas de aquello que alguna vez fue.
Todos pasan por algun motivo por nuestras vidas y de todos algo he de aprender. Lo que no quita que no nos de nostalgia cuando miramos hacia atrás.
sábado, 1 de octubre de 2016
El espejo de los otros
¿Qué imagen nos devuelve el espejo de los otros? Que pasa con nosotros, en nuestra mente, nuestro corazón, nuestra historia que nos lleva a elaborar una imagen distorsionada de nosotros mismos. Como avanzas cuando no te atreves a mostrar quien sos y el monstruo que vive en vos.
Cuando te reconoces en Dr Jekyll y Mr. Hyde, y no podes expresar que en medio de ambos vive alguien que no quiere ser ni uno ni otro pero tiene que convivir con los dos. Todo habita en uno… todo está ahí, todo duerme en las impenetrables sombras de una retorcida cabeza que es incapaz de mantenerse estable entre tan turbia realidad, no siempre tan real. Con pensamientos paralelos, con dudas, con preguntas, con ilusiones, y una mochila de fracasos, te preguntas ¿quién sos? ¿Quién crees que sos? ¿Y qué imagen te devuelven los demás? ¿Qué pasa cuando no solo no coinciden, sino que ciertamente son opuestas unas de otra? ¿Quién tiene razón? ¿Qué imagen es la más real, la más cercana a uno mismo? Y si acaso, un día cualquiera quisiéramos matar a una de las partes, si quisiéramos que nuestro oscuro pasajero desaparezca para siempre, y no quede de él siquiera el recuerdo, ¿sería posible? Claro que no, por mucho que nos esforcemos el oscuro pasajero siempre estará ahí. A veces más a la sombra, a veces más en medio de nosotros. Irreconocible, quizás, camuflado pero latente.
domingo, 14 de agosto de 2016
Se puede hacer
miércoles, 10 de agosto de 2016
Que se me hace tarde para cruzar la calle del miedo
¿Que hago? ¿Como se sigue con esto?
Es nuevo, es distinto y asusta.
Salir de la zona de confort, correr el riesgo, probar lo nuevo, lo distinto.... ¡cuantas cosas!
Me freno. No puedo reaccionar. Me arrepiento.
Quiero entrar, quiero volver hacia atrás. Ya no puedo, la puerta se cerro detrás de mi. Me desespero.
Quiero abrirla de nuevo, meterme adentro y no volver a salir. Y no puedo, ya no puedo. Parezco torpe, no puedo volver a entrar... ¡por Dios!
Respiro hondo.
Que miedo da estar aquí fuera. ¿Que paso? ¿Cuando paso? Cuando decidí salir de mi y encontrarme con el mundo. Con la vida. ¿por que? Si resultaba tan agradable, en mi, en mis cosas, mis seguridades.
Tarde para el arrepentimiento. Ya estoy fuera.
Tengo que cruzar la calle del miedo. Tengo que animarme.
Pero... ¿Como se sigue? ¿Que se hace aquí? Cuantas cosas por aprender. Cuantas inseguridades me invaden y cuantas elecciones me esperan. Elegir un camino, pues quedarme quieta ya no puedo. Afuera no es un lugar para morar, más bien para andar.
Tengo que apurarme a cruzar.
Pero... ¿A donde ir? ¿Por donde arrancar? Cuantas preguntas en mi cabeza y esto acaba de empezar.
Tanto tiempo en las sombras, tanto tiempo en la caverna, buscando herramientas, leyendo teoría, aprendiendo metodología, y ahora... ahora es el momento de poner todo al servicio. Y como hacerlo sin morir de miedo, y como hacerlo sin morir en el intento.
Asusta salir de uno mismo. Asusta salir. Encontrarte con un mundo que no es todo lo terrible que lo imaginabas, es peor.
Todas las sospechas de odios, de miserias humanas, de desamor. Toda ausencia de Dios se hace presente entre los transeúntes que vagan por la vida sin encontrar un sentido, sin un rumbo, sin saber a donde ir.
¡Que nervios! Ya hay que hacerlo. Se me hace tarde para cruzar la calle del miedo.
Y uno ahí, con su mochila a cuestas y tanto masticado sin poder asimilar.
Y uno, con todo su ser y sin nada, en medio de está ciudad odiosa, en medio de tanto desamor.
Y uno ahí, simplemente entregándose. Al desnudo. Con el alma al aire.
Y uno, simplemente, tratando de ser feliz.
Y uno, simplemente, tratando de vivir.